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Study Abroad

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Alicante, España

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Cuando llegué a España, no tenía idea de cuánto cambiaría este viaje mi perspectiva del mundo. Alicante se convirtió en mi primer hogar fuera de casa, un lugar donde aprendí a salir de mi zona de confortamiento y hacer cosas por mí misma por primera vez. Ya sea caminando por las calles del Barrio Antiguo o tomando el tranvía hacia la playa, empecé a sentirme capaz de manejar mi vida de manera independiente. Me enamoré del encanto de sus calles empedradas y sus murales llenos de color. Visitar el Castillo de Santa Bárbara fue una de las experiencias más inolvidables, desde allí pude ver la ciudad desde arriba, lo que me hizo sentir como si"Realmente estoy aqui". Nunca imaginé que sería capaz de mudarme al otro lado del mundo durante cinco meses, pero Alicante me enseñó que sí lo era.

Con USAC, tuve la oportunidad de hacer excursiones a lugares como L’Alfàs del Pi,
Guadalest, la Isla de Tabarca y Altea, que me mostraron la verdadera tranquilidad de la vida mediterránea. Estos momentos de paz en la naturaleza me dieron tiempo para reflexionar sobre las cosas sencillas de la vida. Pero por otro lado, Valencia fue un contraste interesante con los otros lugares que visité con el programa. En Valencia, pude ver la arquitectura futurista del Oceanogràfic y el "Santo Cáliz" en la catedral. Allí también encontré mi primer restaurante colombiano en España. Extrañando mi comida y con ganas de probar algo de casa, gasté 30 euros en empanadas y buñuelos. Desafortunadamente, en el caos de la tienda tan llena, las señoras solo me dieron dos buñuelos en la bolsa. Cuando me di cuenta de que no había recibido todo lo que pedí, ya estaba en el bus de regreso a Alicante.

Suiza fue el primer viaje que hice con mis dos amigas (Camilla y Leslie), y fue una gran
enseñanza. Viajar por primera vez sin la guía del programa de USAC me hizo dar cuenta de lo importante que es ser cuidadosa con el dinero y planificar con anticipación. Aprendí que no todos los gastos eran necesarios y que ser más organizada podría evitarme estrés. Zúrich, con sus calles limpias y aire fresco, me hizo reflexionar sobre las diferencias entre Europa del norte y del sur. Pero sinceramente, el frío fue tan intenso que me di cuenta de que Suiza no era mi lugar favorito por esa razón. Estaba temblando todo el tiempo y extrañaba el calor de Alicante. Italia fue una montaña rusa de emociones y momentos inolvidables. Incluso me invitaron a la fiesta de cumpleaños del amigo del novio de mi compañera de cuarto que estaba cumpliendo 21, ¡En un club! Tuvimos una comida de tres platos y un show antes de que comenzara la fiesta. Fue como una experiencia única, algo que nunca hubiera imaginado en mi país. En Florencia, estaba rodeada de arte renacentista; en Roma, caminé por las mismas calles que los emperadores romanos. Lo más especial fue visitar Anagni, el pueblo natal de mi compañera de cuarto, y conocer a su familia. Su papá nos preparó pasta con espárragos, y aunque normalmente evito las
verduras, comí todo. Mi compañera de cuarto se rió mucho porque sabía lo exigente que soy con la comida. Pero me enseñaron desde pequeña que si alguien te ofrece comida, no puedes declinar. Aunque no me encantó la pasta, el gesto me hizo sentir incluida, como si fuera parte de su familia, aunque solo fuera por una comida.

Ámsterdam fue como entrar en una película de Pixar, todo se veía tan hermoso e irreal.
Alquilar bicicletas fue una de las mejores decisiones porque me permitió explorar la ciudad de una manera más personal y auténtica. El Museo del Sexo fue también una experiencia divertida e inesperada, un recordatorio de lo abierta y libre que es la ciudad. En contraste, Ibiza fue pura fiesta y desconexión. Me sentí viva, llena de energía, bailando hasta el amanecer con mis mejores amigas de niñez que vinieron a visitarme.

A lo largo de mis viajes, aprendí a equilibrar la espontaneidad con la planificación. Hubo momentos en los que me sentí perdida, pero siempre encontré mi camino gracias a la amabilidad de los extraños o los lugares familiares. También hubo momentos de soledad, pero esos fueron los que me dieron la oportunidad de reflexionar y crecer. En la excursión de USAC a la Isla de Tabarca disfruté de las vistas impresionantes y reflexioné sobre mi viaje hasta ese momento. Ese día, me di cuenta de cuánto había cambiado, aprendiendo a estar sola pero no solitaria. En cada ciudad, encontré nuevos idiomas, costumbres y comidas, todo contribuyendo a la persona en la que me he convertido. Aprendí a valorar la belleza de la incertidumbre y encontré alegría en el proceso de descubrir. Incluso comencé a aprender algunos fragmentos de nuevos idiomas en el camino: recogí algunas frases en italiano mientras estaba en Roma y practiqué un poco de francés en Suiza. Hoy, me siento más confiada en mí misma y agradecida por todos los recuerdos que he creado. Este viaje no fue solo sobre visitar lugares; fue sobre descubrir nuevas partes de mí misma, y llevaré estas lecciones conmigo por el resto de mi vida.

** Changing this essay to english for my experience** 

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